Pelea vs Diálogo

Muchas veces discutimos con personas, y la mayoría de las veces se da con personas que apreciamos.
Los motivos de las peleas pueden ser diversos y múltiples. Lo cierto es que lo que tienen en común es que se da por una diferencia de opiniones o criterios entre las personas que protagonizan el hecho. La diferencia aparece como un punto de distancia entre esas personas. A partir de allí, cada uno intentará sostener su punto de vista hasta las útimas consecuencias.
En una pelea simplemente se busca tener la razón y defender esa postura. Claro, ustedes me dirán que no está mal defender lo que uno cree. El hecho es que, a diferencia de lo que ocurre en el diálogo, en una pelea no importa lo que el otro dice. Lo que importa es ganar, como si se tratara de una lucha.
El mecanismo que opera en la pelea es, entonces, el de la competencia y rivalidad. No se busca llegar a un acuerdo, no se buscan soluciones (precisamente porque el enojo lo impide)
Por otra parte, en el diálogo se da otra lógica. Quienes dialogan, en primer lugar, se escuchan. No se escuchan para ganar porque, en realidad, no hay competencia, sino que se escuchan para comprenderse mutuamente.
El diálogo ve la riqueza de la diferencia. Es una diferencia que une porque no busca cambiar al otro, simplemente se lo acepta (más allá de no compartir lo que el otro dice).
En un diálogo se da, entonces, un intercambio respetuoso (de ideas, de pensamientos, de puntos de vista). En la escucha que implica el dialogar hay paciencia, y sobre todo, hay humildad porque para poder hablar con una persona es necesario comprender que el otro siempre tiene algo para aportar a mi vida.
Es mi deseo que tomemos como desafío practicar el diálogo, la escucha atenta, la paciencia y la humildad.
Las diferencias pueden ser muy valiosas, y recordemos que si la posibilidad del diálogo se vio rota por una pelea, entonces siempre está la posibilidad del arrepentimiento y el perdón.