Dulces sueños
El otro día estaba en una clase y noté que un compañero se había quedado dormido con la birome en la mano.
Era un cuadro gracioso y algunos se reían. Yo no me reí porque, sinceramente, me sentí identificada con ese alumno.
La voz monocorde del profesor me impedía concentrarme en sus palabras, y lo que decía era increíblemente tedioso. No había dudas, la clase me resultaba muy aburrida y eso me molestaba.
No es mi intención criticar a ese profesor en particular. En realidad, reconozco que él se encontraba dando una clase expositiva con una precisión conceptual admirable.
Se trataba de una clase tradicional (y no por eso hay que restarle importancia), en la que resultaba evidente que no estaba siendo atractiva para los alumnos.
Esto me hizo reflexionar sobre un problema de la didáctica: las buenas clases.
Frente a la enseñanza tradicional se abren nuevas alternativas que buscan generar espacios de mayor participación y actividad por parte de los estudiantes.
Hace poco leí el libro de Edith Litwin "Las configuraciones didácticas", en el cual la autora define a las configuraciones didácticas como maneras particulares que despliegan los docentes para favorecer los procesos de construcción del conocimiento.
Me parece interesante que los docentes, y todos los que amamos el mundo de la educación, pongamos la mirada en el aprendizaje comprensivo y que, a partir de allí, construyamos clases en las que se pongan en juego el conocimiento del profesor así como de los alumnos.
En definitiva, partir de propuestas más atractivas puede favorecer el aprendizaje y la enseñanza.
Seguramente serán clases recordardas no por el estudiante que se quedó dormido, sino por la invitación a soñar nuevas ideas.
